lunes, 13 de junio de 2011

Pet Society

Allá por el 2008 cuando tenía Facebook existía un juego mega gay llamado como el título de este post. Quién iba a decir que casi 4 años más tarde volvería a mi memoria, y es más, a este blog. En fin, las vueltas de la vida son inciertas y veces nos sorprenden.

Sin embargo, a mi personalmente cada vez me sorprende más el peso que tiene la sociedad sobre un individuo. (A partir de ahora no voy a decir nada nuevo, asi que si quieren pueden dejar de leer desde acá y ahorrarse unos valiosos minutos).

Retomando, cada vez me sorprende más como una persona se somete finalmente a la sociedad. Verlo es facilísimo: basta con observar los peinados que usamos, los celulares mediante los cuales nos comunicamos, la ropa que vestimos o las bebidas que simulan calmar nuestra sed, necesidad básica del ser humano que podría saciarse con uno o varios vasos de agua.

Éstos son los comportamientos que como individuos compartimos y asimilamos como algo común. Comportamientos que si no cumplimos lentamente nos recluyen del resto de las personas. Porque es común creer que para ser músico hay tocar una buena guitarra, que para ir a una fiesta hay que arreglarse o comprarse ropa la mejor ropa, que para llegar al cielo hay que asistir religiosamente a la iglesia, pero católica, y que para ser exitoso hay que estudiar, obviamente en Hardvard. Y así, llegamos al punto de inflexión de este texto, a todo esto y mucho más, nos ayudan nuestras "amigas": las marcas.


Marcas que nos hacen sentir más virtuosos, más lindos, más cerca del reino de los cielos, más sabios y que por supuesto, también significan: prestigio, tecnología, confort, seguridad, pertenencia, status, rebeldía, salud y millones de etcéteras más.

Volviendo al principio, lo sorprendente es ver cómo todos esos atributos que nuestras "amigas marcas" nos regalan a través de sus productos, en una simple isla solitaria de mierda pierden todo el valor que nosotros mismos le damos. Es decir, desaparecen. Todo lo que significan se convierte en nada. Son cosas efímeras por excelencia.

Analizando esto y millones de cosas más en lo único que pienso últimamente es que cada uno de nosotros (incluso yo escribiendo esto) estamos condenados a ser el resto de nuestras vidas mascotas de esta sociedad.

jueves, 2 de junio de 2011

De como viajar en el tiempo

Es interesante ver como las personas insisten en utilizar las leyes que rigen nuestro universo para volver el tiempo atrás o hacia adelante según la necesidad. Crean máquinas, prototipos, escriben un libro (o incluso una novela de 7 tomos), inventan fábulas y hasta películas que nos muestran lo que sucedería si pudieramos manejar un reloj a nuestro antojo. Sin embargo es mucho más interesante saber que todos tenemos la posibilidad de hacer eso sin necesidad de ser grandes científicos, tampoco estudiosos, ni directores de cine y menos que menos multimillonarios. La clave está en nuestro cuerpo. En nuestro cerebro. Más precisamente en las redes neuronales, creadas por las conexiones sinápticas repetitivas entre las neuronas. La clave está en nuestra MEMORIA.

La memoria es la máquina del tiempo que cada ser humano trae por defecto. A veces con mayor alcance y otras no tanto, nos permite trasladarnos al lugar del tiempo que queramos con un simple estímulo. Un perfume, una comida, una frase, una foto, una actitud o una cara son algunos de los boletos que nos regala la vida cotidiana para viajar adonde alguna vez estuvimos.

A veces un viaje puede resultar verdaderamente placentero pero otras veces terminan siendo una auténtica mierda. Más allá del resultado lo importante es darnos cuenta que podemos hacerlo cada vez que lo necesitemos.