jueves, 1 de julio de 2010

Egoísmo futbolero

Imaginate tener 5 años y que tus viejos te empiecen a llevar a fútbol, probablemente no entiendas nada y termines agarrando la pelota con la mano aún sin ser arquero. Ahora imaginate que el tiempo pasa y de repente ya tenes 7 años, usás los pies para controlar el balón, tenés una pegada interesante y vestís X camiseta aún sin tener una posición clara. Seguí imaginando que en un abrir y cerrar de ojos cumplís 13 años, ya jugas en la 9º de un club, un cazatalentos te descubrió, seguís siendo pobre, pero tu futuro promete muchísimo, encontraste tu posición y como ser 10 es más vendedor que ningún otro puesto imaginate vistiendo ese número, soñás con alimentar a tu familia y te rompés literalmente el lomo para conseguirlo. Hasta ahora todo pinta de maravilla, tus habilidades siguen incrementándose, ya estás ganando la módica suma de 750 pesos x mes en un equipo y con 15 años sos el banana del curso. Todavía no dejaste los estudios pero estás muy cerca de hacerlo.

En ese momento el tiempo comienza a pasar más lentamente en 3 meses salís campeón con el club, tu pase se cotiza de repente en 500.000 pesos, ya con 16 años estás jugando en la segunda de un club de segunda y te destacás como un gran enganche. Hasta ahora, todo genial, pero falta lo mejor. Te descubre un club de primera división del fútbol Argentino (uno de los grandes), debutas en primera, te calzás la 21 (porque tenes que pagar derecho de piso un buen tiempo), empezás a facturar groso, tenés un gran auto, una línea de ropa que te viste, botineras que se pelean por vos y un mundo por conocer. Salís campeón, sos tapa del gráfico, de todos los diarios e inmediatamente vienen 2 rusos que compran tu pase por 40 millones de euros. Te vas a europa, entrenás mañana, tarde y noche, jodés poco, comés sano, te olvidás de los excesos (de todo tipo) y te convertís en un deportista de la puta madre. Hacés goles, miles de personas gritan tu nombre, las camisetas con tu apellido son las más vendidas de la temporada y Maradona se fija en vos para la selección. Pasás las eliminatorias y llegás al mundial. Sos la estrella junto a 22 personas que tuvieron que sufrir lo mismo (o incluso más) que vos.

Bien. Ahora imaginate que hay cientos de miles de personas a las que simplemente les importa usar la misma camiseta que en el mundial 86 o tocarse el huevo izquierdo cuando el equipo rival patea al arco o sentarse en la misma posición durante todos los partidos. Todo se reduce a uno mismo y el fúbol no es la excepción, porque si ganaste un partido fue gracias a ellos y todas sus cábalas.